Machado en el siglo XXI: ¿A quién se referirá...?
Dios nos libre de los dioses apócrifos de 2019
Sobre el celo sacerdotal de los incrédulos y sobre el Desnudo y la Libertad bien entendidos. Temas de gran actualidad con la ola totalitaria que padecemos a manos de quienes quieren regular todos los pormenores de la vida y libertad del ciudadano... lamentable, tirios y troyanos desentierran las dos Españas y olvidan la Institución Libre de la Enseñanza.
O por enemigo de los dioses. De los dioses en que no se cree. Porque no hay que olvidar lo que tantas veces dijo mi maestro: «Nada hay más temible que el celo sacerdotal de los incrédulos.» Dicho de otro modo: «Que Dios nos libre de los dioses apócrifos», en el sentido etimológico de la palabra: de los dioses ocultos, secretos, inconfesados. Porque éstos han sido siempre los más crueles, y, sobre todo, los más perversos; ellos dictan los sacrificios que se ofrendan a los otros dioses, a los dioses de culto oficialmente reconocido.
(La dialéctica de Martínez)
Cuando el hombre —habla Mairena, iniciando un ejercicio de Retórica— vio su cuerpo desnudo en el espejo de las aguas, se dijo: «He aquí algo perfectamente bello que merece guardarse.» E inventó el vestido. Porque, evidentemente... Continúe usted, señor Martínez, desarrollando el tema.
—Evidentemente —habla Martínez—, evidentemente...
—Adelante.
—Evidentemente, no hay vestido que no suponga una previa desnudez.
¿Voy bien?
—Prosiga.
—No hay, pues, vestido sin desnudo, aunque hay un desnudo anterior al
vestido. Sirve el vestido, en primer lugar, para guardar y proteger la desnudez
de nuestro cuerpo, y, en segundo, para asegurarnos, de la manera más firme, la
posibilidad de desnudarnos. ¿Voy bien?
—Sin duda.
—Del mismo modo, o por razones análogas, se inventaron las jaulas para guardar y proteger la libertad de los pájaros. Porque, evidentemente...
—Adelante.
—No hay jaula pajarera, propiamente dicha, que no suponga una previa libertad de volar. ¿Que no fueron los pájaros los inventores de las jaulas? Sin duda. No es menos cierto que sin el libre vuelo de los pájaros no existirían las jaulas pajareras.
Una voz-¡Claro!
—Es claro, en efecto, que, así como el vestido se debe a la nativa desnudez del cuerpo humano, se debe la jaula a la libertad de las aves para el vuelo.
Claro es también que así como los amigos del vestido no son enemigos del desnudo, sino sus más fieles guardadores, los amigos de las jaulas no somos, ni mucho menos, enemigos de la libertad de los pájaros.
Una voz.-¡Claro!
Otra voz.-¡No tan claro!
—No tan claro, en efecto, sin un poco de reflexión por vuestra parte. Hay un desnudo ante indumentum, el que traemos al mundo antes que nos vistan, o el de nuestros primeros padres cuando todavía no aspiraban a vestirse, ni, mucho menos, a desnudarse; hay un desnudo coetáneo del vestido, más o menos avergonzado de sí mismo, o temeroso de la intemperie; hay, por último, el desnudo post indumentum, el desnudo de los desnudistas, que mal podrían desnudarse sin la previa existencia del vestido. ¿Está esto claro? Pues bien, yo os pregunto: ¿Qué pueden reprochar al vestido los desnudistas? El aguarda al desnudo, guarda el desnudo, engendra y aun abriga la aspiración a desnudarse, posibilita, al fin, el logro de esta aspiración. ¿Voy bien?
—Adelante.
—¿Qué podrán decir contra las jaulas los amigos del vuelo libre, o los amigos de los pájaros, o los pájaros mismos? Hay un vuelo libre anterior a las jaulas, vuelo inocente como el desnudo paradisíaco, que en nada las jaulas perjudican, coartan ni limitan; hay un vuelo coetáneo de las jaulas, un vuelo enjaulado, digámoslo así, pero libre, no obstante, para volar dentro de su jaula, hacia los cuatro puntos cardinales.
Que este vuelo ha perdido su inocencia, nadie puede negarlo. Pero ha ganado, en cambio, la noble aspiración a volar fuera de su jaula. ¿Que para el logro de esta aspiración la jaula es un obstáculo? Sin duda. Pero es también conditio sine qua non para el caso de que esta aspiración se cumpla. Porque ¿cómo volará un pájaro fuera de su jaula, si esta jaula no existe?
—Basta, señor Martínez. Nos deja usted convencidos. ¿Y como título de esa disertación?
—«Sobre el desnudo y la libertad bien entendidos».
Fragmentos de Antonio Machado en Juan de Mairena.

O por enemigo de los dioses. De los dioses en que no se cree. Porque no hay que olvidar lo que tantas veces dijo mi maestro: «Nada hay más temible que el celo sacerdotal de los incrédulos.» Dicho de otro modo: «Que Dios nos libre de los dioses apócrifos», en el sentido etimológico de la palabra: de los dioses ocultos, secretos, inconfesados. Porque éstos han sido siempre los más crueles, y, sobre todo, los más perversos; ellos dictan los sacrificios que se ofrendan a los otros dioses, a los dioses de culto oficialmente reconocido.
(La dialéctica de Martínez)
Cuando el hombre —habla Mairena, iniciando un ejercicio de Retórica— vio su cuerpo desnudo en el espejo de las aguas, se dijo: «He aquí algo perfectamente bello que merece guardarse.» E inventó el vestido. Porque, evidentemente... Continúe usted, señor Martínez, desarrollando el tema.
—Evidentemente —habla Martínez—, evidentemente...
—Adelante.
—Evidentemente, no hay vestido que no suponga una previa desnudez.
¿Voy bien?
—Prosiga.
—No hay, pues, vestido sin desnudo, aunque hay un desnudo anterior al
vestido. Sirve el vestido, en primer lugar, para guardar y proteger la desnudez
de nuestro cuerpo, y, en segundo, para asegurarnos, de la manera más firme, la
posibilidad de desnudarnos. ¿Voy bien?
—Sin duda.
—Del mismo modo, o por razones análogas, se inventaron las jaulas para guardar y proteger la libertad de los pájaros. Porque, evidentemente...
—Adelante.
—No hay jaula pajarera, propiamente dicha, que no suponga una previa libertad de volar. ¿Que no fueron los pájaros los inventores de las jaulas? Sin duda. No es menos cierto que sin el libre vuelo de los pájaros no existirían las jaulas pajareras.
Una voz-¡Claro!
—Es claro, en efecto, que, así como el vestido se debe a la nativa desnudez del cuerpo humano, se debe la jaula a la libertad de las aves para el vuelo.
Claro es también que así como los amigos del vestido no son enemigos del desnudo, sino sus más fieles guardadores, los amigos de las jaulas no somos, ni mucho menos, enemigos de la libertad de los pájaros.
Una voz.-¡Claro!
Otra voz.-¡No tan claro!
—No tan claro, en efecto, sin un poco de reflexión por vuestra parte. Hay un desnudo ante indumentum, el que traemos al mundo antes que nos vistan, o el de nuestros primeros padres cuando todavía no aspiraban a vestirse, ni, mucho menos, a desnudarse; hay un desnudo coetáneo del vestido, más o menos avergonzado de sí mismo, o temeroso de la intemperie; hay, por último, el desnudo post indumentum, el desnudo de los desnudistas, que mal podrían desnudarse sin la previa existencia del vestido. ¿Está esto claro? Pues bien, yo os pregunto: ¿Qué pueden reprochar al vestido los desnudistas? El aguarda al desnudo, guarda el desnudo, engendra y aun abriga la aspiración a desnudarse, posibilita, al fin, el logro de esta aspiración. ¿Voy bien?
—Adelante.
—¿Qué podrán decir contra las jaulas los amigos del vuelo libre, o los amigos de los pájaros, o los pájaros mismos? Hay un vuelo libre anterior a las jaulas, vuelo inocente como el desnudo paradisíaco, que en nada las jaulas perjudican, coartan ni limitan; hay un vuelo coetáneo de las jaulas, un vuelo enjaulado, digámoslo así, pero libre, no obstante, para volar dentro de su jaula, hacia los cuatro puntos cardinales.
Que este vuelo ha perdido su inocencia, nadie puede negarlo. Pero ha ganado, en cambio, la noble aspiración a volar fuera de su jaula. ¿Que para el logro de esta aspiración la jaula es un obstáculo? Sin duda. Pero es también conditio sine qua non para el caso de que esta aspiración se cumpla. Porque ¿cómo volará un pájaro fuera de su jaula, si esta jaula no existe?
—Basta, señor Martínez. Nos deja usted convencidos. ¿Y como título de esa disertación?
—«Sobre el desnudo y la libertad bien entendidos».
Fragmentos de Antonio Machado en Juan de Mairena.
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