Plenitud, Rutina y Decepción

      Al bajar del tranvía tanteé los bolsillos de mi pantalón para asegurarme que llevaba conmigo casi todo lo que necesito para vivir; el resto, el resto de mis necesidades viajan en la mochila negra en la que guardo la escasa fortuna material de mi vida.

       Mientras caminaba hacia el mercado me dije: “ciertamente, soy un verdadero vegetal… un pequeño arbusto, como ésos que no dan fruto alguno y que malamente ofrecen una pequeña sombra al caminante. Sí, lo llevo todo conmigo -dije-, ahora, sólo me falta el oscuro e intenso café del mercado para satisfacer las necesidades vitales y una pequeña caminata por el parque de siempre, respirar y dejarme llevar por el río de la vida…”. Así de simple fue la conversación que hoy, al salir del tranvía, tuve conmigo: prácticamente, la misma charla de ayer.

       Hice unas fotos, sin mayores pretensiones, y lo que son las cosas, me llevé la sorpresa de hallar en una de ellas este lindo baño de luz.

     La intención no era más que contemplar el flujo de agua que lentamente arrastra consigo el pequeño arroyo; observar los árboles que crecen y se fortalecen a orillas de la verdosa agua, sin conciencia ni deseo alguno, sin otro empeño que el de cumplir con el objetivo de su naturaleza: el sentido de su alma vegetal…. 

       Lo dicho, no tuve mayor interés al hacer las fotos, y mira por dónde, he recibido el preciado regalo de este acogedor baño de luz… Se mezclan las tonalidades blancas, azules, violetas, malvas… Y la piel recibe una caricia tan dulce y cálida que te dan ganas de quedarte aquí, en este exacto lugar, por la eternidad toda…!

      Es un contraste grande. Esta mañana, desde la madrugada, estuve leyendo y analizando con agrado el artículo 45 de la Constitución y, unas horas después, me he convertido, también con sumo placer, en una simple hoja caída que el sol acaricia en un rincón perdido del parque, del jardín, del bosque… Me he transformado en un átomo de luz que viaja en dirección a la Nada… Es tan sencilla la vida…!

    Y vuelvo a martillear la mente con el mismo remordimiento de los últimos días: Si hubiese conocido la Sentencia de la Audiencia Provincial de Sevilla en el asunto de los ERE ¿Cuál hubiera sido el sentido de mi voto en las pasadas Elecciones Generales?

   ¿De dónde nace este encorajinado sentimiento de estafa?

  Esta decepción moral para con unas siglas de las que ya estuve convenientemente advertido... Y, sin embargo...?

   Llueve otra vez...!

J. Alberto Valadés.