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J. Javier de la Cruz
Sábado, 24 de Mayo de 2025
Artículo de Opinión J. Javier de la Cruz

Esto es de verguenza

Celeste Lopez fulminada como portavoz de NC TeldeCeleste Lopez fulminada como portavoz de NC Telde

 

     Esto es de vergüenza. Esta quizás sea la palabra que más se repetía en la tarde-noche de este viernes por muchos vecinos de Telde, pero también por personas de otros lugares. La noticia que saltaba a los medios de comunicación, dictando que Nueva Canarias en Telde había relevado a Celeste López como portavoz de su formación política, dejó a muchos decepcionados, no tanto por el hecho en sí del cese, sino por las formas. Y es que, en política, las formas importan. Y mucho.

La concejala en la oposición de Nueva Canarias, Celeste López, lleva días fuera de esta tierra, fuera de España, enfrentándose a una situación personal y familiar que nadie desearía para nadie. Cuando algo le pasa a alguien a quien quieres y respetas, el dolor se multiplica. Es un momento difícil, delicado y privado que debería haber sido respetado y protegido por sus propios compañeros. Pero no fue así.

En ese contexto tan vulnerable, cuando la portavoz se encontraba en medio de una crisis personal y sin poder defenderse o siquiera enterarse públicamente del movimiento que se gestaba en su ausencia, la formación considerada "progresista y de izquierdas" decidió actuar con una rapidez y una falta de sensibilidad que resulta difícil entender. Sin aviso previo, sin diálogo ni consenso, sin tener en cuenta su situación ni su historia dentro del partido, los "tres machos" —como algunos ya los llaman— José Luis Macías (presidente local), Servando González y Álvaro Monzón firmaron la propuesta para apartar a Celeste López del cargo.

¿Y qué nos dice esto? Nos dice mucho sobre cómo algunas formaciones políticas todavía creen que el poder se ejerce desde la imposición y la falta de respeto hacia quienes representan una parte importante del electorado y del propio partido. Nos revela también una actitud machista disfrazada de decisión política: quitarle el puesto a una mujer en uno de los momentos más duros de su vida solo porque sí. Como si la empatía y la dignidad no tuvieran cabida en esas decisiones.

Lo más grave aún es que estos mismos personajes —que supuestamente defienden los valores progresistas— hayan actuado sin ningún tipo de consideración hacia ella ni hacia su trayectoria política. La han traicionado públicamente, sin ningún tipo de aviso ni oportunidad para defenderse o explicar su situación. La han relegado sin un mínimo respeto por su labor ni por su persona.

Y lo peor: todos ellos fueron compañeros en el gobierno con Celeste López. La traición no solo es doble; es doblemente injusta cuando proviene desde quienes compartieron responsabilidades y proyectos con ella. Es un acto que deja al descubierto las contradicciones internas del partido y pone en entredicho esa supuesta defensa de los derechos de las mujeres y la igualdad.

Este episodio revela una realidad incómoda: todavía hay quienes creen que el poder político se mantiene desde la imposición y desde la falta de empatía. Que las decisiones importantes se toman sin escuchar ni valorar a quienes representan a la ciudadanía con esfuerzo y dedicación. Que las formas no importan si al final se consigue el objetivo deseado.

Pero esto no puede seguir así. La política debe ser ejemplo; debe ser espejo donde reflejemos nuestros valores más profundos: respeto, diálogo, justicia y empatía. No podemos permitir que actitudes machistas o autoritarias sigan marcando nuestro camino.

Es hora de reflexionar sobre qué tipo de liderazgo queremos construir en Telde y en Canarias. Un liderazgo basado en el respeto mutuo o uno que siga alimentando estas prácticas injustas e inmorales. Porque si permitimos que estas acciones pasen desapercibidas o queden impunes, estaremos condenando nuestra democracia a seguir siendo un escenario donde prevalece la injusticia disfrazada de decisión política.

No olvidemos nunca: quienes ocupan cargos públicos tienen una responsabilidad mayor ante la ciudadanía. Y esa responsabilidad implica actuar con ética, con transparencia y con humanidad. Porque al final del día, lo que define nuestro carácter como sociedad no son solo nuestras leyes o nuestras instituciones, sino cómo tratamos a quienes confían en nosotros en sus momentos más difíciles.

Y eso es algo que no podemos permitirnos olvidar ni tolerar jamás.

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