Microrrelatos de Hoy
Los secretos del espejo y del barbero
Foto J. Alonso
En mi tierna intimidad de esos pocos años de vida, iba al gran espejo, miraba mi pelo, y lo comparaba con otros niños cercanos, o con gente mayor; y deseaba tener esos pelos lacios, largos y dóciles al peine, formando moñitas o flequillos a un lado u otro....una raya a la derecha, al centro, a la izquierda, hacia atrás....
Y corcholis, en mi caso, nada, solo remolino, el pelo en diferentes direcciones, pero especialmente hacia fuera, como las crestas de los pájaros canarios del monte.....
Una de esas veces frente al gran espejo, decidido y con tijeras en mano, hice recortes al remolino....la consecuencia, unas buenas tortas de mi madre y de cabeza al barbero, para arreglar el desastre...
Lo usual era ir a la barberia, obligado cada dos o tres semanas, me desagradaba muchisimo los malos modos y maneras de los barberos, al trancazo a pesar de ser un niño, y si lloraba, peor te trataban, por mimoso.....
Odiaba las imágenes del espejo donde me veía en medio de la barberia, y las barbaridades que escuchaban....”este niño tiene que estar peladito al uno y enseñando las orejas, porque este pelo es como un estropajo, como una julaga, como un matorral.... yo que sé.......”
Al volver a casa, y delante del espejo, cuando nadie me miraba, me observaba....”...ños!, vaya orejas, vaya pelada...”

En mi tierna intimidad de esos pocos años de vida, iba al gran espejo, miraba mi pelo, y lo comparaba con otros niños cercanos, o con gente mayor; y deseaba tener esos pelos lacios, largos y dóciles al peine, formando moñitas o flequillos a un lado u otro....una raya a la derecha, al centro, a la izquierda, hacia atrás....
Y corcholis, en mi caso, nada, solo remolino, el pelo en diferentes direcciones, pero especialmente hacia fuera, como las crestas de los pájaros canarios del monte.....
Una de esas veces frente al gran espejo, decidido y con tijeras en mano, hice recortes al remolino....la consecuencia, unas buenas tortas de mi madre y de cabeza al barbero, para arreglar el desastre...
Lo usual era ir a la barberia, obligado cada dos o tres semanas, me desagradaba muchisimo los malos modos y maneras de los barberos, al trancazo a pesar de ser un niño, y si lloraba, peor te trataban, por mimoso.....
Odiaba las imágenes del espejo donde me veía en medio de la barberia, y las barbaridades que escuchaban....”este niño tiene que estar peladito al uno y enseñando las orejas, porque este pelo es como un estropajo, como una julaga, como un matorral.... yo que sé.......”
Al volver a casa, y delante del espejo, cuando nadie me miraba, me observaba....”...ños!, vaya orejas, vaya pelada...”
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