Cartas desde Punta del Hidalgo
¡Ecos de un resplandor…!
Los fuegos pusieron el punto y final a la Fiesta de Melenara. A veces me pregunto si es que, en verdad, fueron los voladores quienes dieron por terminada, un verano más, la festividad que celebra el singular barrio costero teldense.
La pólvora enardecida cautivó, es cierto, las miradas en la noche del 31 de agosto: voladores, cohetes y petardos de distinto calibre y color, remontaban el aire como centellas fulminantes; la luminosidad estremeció a los miles de espectadores que esperaban en la arena de la playa; múltiples y brillantes filigranas de colores ascendían y se dibujaban en el cielo, con una ejecución perfecta.
Los fuegos enaltecen el instante y Telde continúa, paso a paso, recuperando el lugar que en la historia le corresponde… minutos así, deberían eternizarse; en noches como las del 31 deberían detenerse todos los relojes.
Los vecinos de Telde, una vez más, tal y como se ha repetido en el último año, compartieron con alegría un sentimiento de la pertenencia que ya casi tenían olvidado: nadie, nadie, nadie, sea político o mercenario de la comunicación, tiene legitimidad moral suficiente para desafiar y menospreciar la ilusión de los ciudadanos por compartir el júbilo del reencuentro con sus vecinos, con sus amigos y visitantes… ¡Telde ha pedido a la historia una oportunidad para alcanzar el progreso y recuperar la dignidad cívica perdida!
La importancia del relato de hoy, no obstante, trasciende al brillo y resplandor de los propios fogonazos: una vez finalizados los destellos, cuando la obscuridad y la calma volvieron a tomar las riendas de la noche, los ciudadanos agradecidos iniciaron un espontáneo y multitudinario aplauso que se alargó y se alargó en el tiempo.
Y las preguntas sobre el significado de la reacción vecinal surgen de inmediato: ¿A qué conclusiones nos conduce? ¿Qué trascendencia deberíamos otorgar a los aplausos satisfechos de los ciudadanos?...
¿Es posible un análisis político del gesto abierto y sincero de los vecinos? ¿Qué pretendieron manifestar los ciudadanos con su prolongado reconocimiento a los organizadores del encuentro festivo? ....
¿A pesar de las dificultades materiales y humanas con las que trabaja el Gobierno Local… qué deberían pensar los confabuladores del sectarismo que pretenden regresar para entorpecerlo todo…?
No, no, no es éste el momento de las respuestas a semejantes incógnitas. Simplemente, nos quedaremos con el gesto cívico de la contestación vecinal: los aplausos agradecidos que exaltaron el silencio de la noche estrellada.
Dicen en el lugar que, todavía, de madrugada, se escuchan los “ecos de los ecos de aquel resplandor”; que aún resuenan las voces sorprendidas y admiradas de los miles de teldenses; aseguran por ahí que, las emociones compartidas, perdurarán en el corazón de la Comunidad y en la arena cristalina, azabache y bien rastrillada de Melenara… permanecerán los ecos durante mucho, mucho, mucho tiempo.
J. Alberto Valadez
Martes 3 de septiembre 2024

Los fuegos pusieron el punto y final a la Fiesta de Melenara. A veces me pregunto si es que, en verdad, fueron los voladores quienes dieron por terminada, un verano más, la festividad que celebra el singular barrio costero teldense.
La pólvora enardecida cautivó, es cierto, las miradas en la noche del 31 de agosto: voladores, cohetes y petardos de distinto calibre y color, remontaban el aire como centellas fulminantes; la luminosidad estremeció a los miles de espectadores que esperaban en la arena de la playa; múltiples y brillantes filigranas de colores ascendían y se dibujaban en el cielo, con una ejecución perfecta.
Los fuegos enaltecen el instante y Telde continúa, paso a paso, recuperando el lugar que en la historia le corresponde… minutos así, deberían eternizarse; en noches como las del 31 deberían detenerse todos los relojes.
Los vecinos de Telde, una vez más, tal y como se ha repetido en el último año, compartieron con alegría un sentimiento de la pertenencia que ya casi tenían olvidado: nadie, nadie, nadie, sea político o mercenario de la comunicación, tiene legitimidad moral suficiente para desafiar y menospreciar la ilusión de los ciudadanos por compartir el júbilo del reencuentro con sus vecinos, con sus amigos y visitantes… ¡Telde ha pedido a la historia una oportunidad para alcanzar el progreso y recuperar la dignidad cívica perdida!
La importancia del relato de hoy, no obstante, trasciende al brillo y resplandor de los propios fogonazos: una vez finalizados los destellos, cuando la obscuridad y la calma volvieron a tomar las riendas de la noche, los ciudadanos agradecidos iniciaron un espontáneo y multitudinario aplauso que se alargó y se alargó en el tiempo.
Y las preguntas sobre el significado de la reacción vecinal surgen de inmediato: ¿A qué conclusiones nos conduce? ¿Qué trascendencia deberíamos otorgar a los aplausos satisfechos de los ciudadanos?...
¿Es posible un análisis político del gesto abierto y sincero de los vecinos? ¿Qué pretendieron manifestar los ciudadanos con su prolongado reconocimiento a los organizadores del encuentro festivo? ....
¿A pesar de las dificultades materiales y humanas con las que trabaja el Gobierno Local… qué deberían pensar los confabuladores del sectarismo que pretenden regresar para entorpecerlo todo…?
No, no, no es éste el momento de las respuestas a semejantes incógnitas. Simplemente, nos quedaremos con el gesto cívico de la contestación vecinal: los aplausos agradecidos que exaltaron el silencio de la noche estrellada.
Dicen en el lugar que, todavía, de madrugada, se escuchan los “ecos de los ecos de aquel resplandor”; que aún resuenan las voces sorprendidas y admiradas de los miles de teldenses; aseguran por ahí que, las emociones compartidas, perdurarán en el corazón de la Comunidad y en la arena cristalina, azabache y bien rastrillada de Melenara… permanecerán los ecos durante mucho, mucho, mucho tiempo.
J. Alberto Valadez
Martes 3 de septiembre 2024
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