¡El Carnaval… ha vuelto a comenzar!

“¡El Carnaval… ha vuelto a comenzar!”

      Una cascada de luz al atardecer acaba por cegarte y, en verdad estamos ciegos o lo que nuestros ojos vieron ayer en el Paseo del Carnaval fue algo más que un espejismo: en el Parque de San Juan se dieron cita decenas y decenas de personas; en definitiva, un número imposible de contabilizar, a fin de presenciar la inauguración del novedoso Paseo en el que se recuerda y homenajea a personas y agrupaciones que, en diferentes momentos de la historia local, dieron entusiasmo y color a las fiestas de invierno en la Ciudad de Telde.

     Un acto en el que nada se regalaba; una jornada de naturaleza cultural en la que no se había programado ni bailoteos ni fantasías; Un trance, un testimonio sin arlequines ni comparsas… y, sin embargo, los ciudadanos, disuadidos por el tiempo nuevo alcanzado tras las últimas elecciones, asistieron en multitud inesperada.

      Puede entenderse que participaran en el acto los reseñados en las placas de mármol; sería lógico que familiares y amigos directos de los agasajados acudieran con un sentimiento de gratitud cómplice; pero, en el Paseo del Carnaval fue mucho mayor el número de concurrentes que el de los obsequiados; hubo más cantidad de público que el que hubieran podido llegar a sumar los familiares e invitados; en definitiva, un número de personas asistentes que reflejan a la perfección el empeño y la voluntad de los ciudadanos por recuperar el tiempo perdido: Telde necesitaba redimir su historia y escapar del oscuro túnel del sectarismo.

     Días después, la Cabalgata por las calles de la ciudad vino a refrendar las expectativas, desatadas ya, desde el pistoletazo de salida que significó la lectura del pregón en la colmada plaza de San Gregorio -una vez más, quedó pequeño el histórico punto de encuentro-. Los ciudadanos de Telde se entregaron a su decana fiesta popular y la exuberante imaginación facilitó la liberadora complicidad de poder conjugar por fin, en nuestras calles, la necesidad y el derecho a vivir sin tantas cargas en el alma.

    Conocido es que el fuego destruye y finaliza el proceso vital; pero, no menos cierto es que, al tiempo que consumen, las llamas ardientes dan cuenta de la clausura y avisan del tiempo que acaba; en el mismo instante en el que las cenizas se volatizan en la noche invernal; justo en ese momento, el fuego purifica, refina y revitaliza las ganas de un próximo carnaval; el apetitoso deseo que, en verdad nunca nos abandona, retoma entonces sus proyectos y trasgresiones de cara a la próxima estación.

     ¡El Carnaval de la vida… ha vuelto a comenzar!

J. Alberto Valadez 

13 de marzo de 2024