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Reyes Socorro
Sábado, 02 de Septiembre de 2023
Microrrelatos de Hoy

El Tutti Frutti de los Piratas

 

     Aunque iba sentado en las faldas de mi madre, los demás pasajeros delante y a los lados impedían que pudiera ver por dónde circulaba el viejo pirata que entraba desde el sur a la capital; sin embargo, en cuanto dejabamos el Paseo de San José y el viejo Ford bajaba hacia la calle de Los Reyes, el sonido de las ruedas cambiaba totalmente, el traqueteo se transformaba en otro mas suave deslizándose en una alfombra sobre el adoquinado de piedra y asfalto de las calles de Vegueta, hasta que finalmente,  entrando por la trasera de la Catedral junto a la entonces incipiente Casa de Colón,  se paraba al final de la cola del resto de vehículos piratas y allí, los humildes viajeros nos bajabamos principalmente hacia la calle la Pelota y la Plaza de Las Ranas o Plaza de Cairasco.

 

     Ir a la capital era un acontecimiento extraordinario, que a los ojos de mi alma tan infantil rozaban una intrépida aventura con las ganas de conocer esa urbe tan llena de gente, de edificios con ascensores y toda clase de tiendas e industrias.

 

    Sin embargo, a pesar de mi corta edad era consciente que el viaje no era de placer, sino que era obligado, impelido casi siempre por la muerte o grave enfermedad de algún familiar o acudir a algún médico o lo que era mucho peor para mi madre, tramitar algun papeleo ante aquellos infames burócratas que anidaban en el Gobierno Civil o cualquier otro ente administrativo.

 

    Además sabía el gasto enorme que suponía para una economía tan extremadamente pobre como la de mi familia; incluso mi madre sacrificaba la paga de un día de trabajo en los almacenes de empaquetado para ir a Las Palmas.

 

       En el dia de hoy, este sábado 2 de septiembre, despues de tropecientos años, ya en mi condición de hombre jubilado, me desplacé en los modernos coches de hora del siglo XXI desde Telde a la Estación de San Telmo y siguiendo las indicaciones del amigo Valadez, éste me convenció para no usar la guagua directa sino ir por la antigua línea a través de Jínamar viendo un paisaje interior, distinto a aquel de mi niñez, pero que seguramente sería un paseo enriquecedor, lleno de emociones, para disfrutar libre de obligaciones y horarios.

 

     La sorpresa vino, casi sin darme cuenta. Ya en la capital, habiéndose unido otro amigo de la misma quinta, es decir cuasi jubilado, terminamos en una heladería para disipar el calor de una mañana que amaneció entreverada con la panza de burro o más calor todavía. Así que nada más entrar, cuando nos preguntaron para elegir de qué sería el vasito.... sin dudarlo, y sin ninguna cortesía ni protocolo a los amigos, me adelanté y exclamé extasiado: ¡De Tutti Fruti!

 

     Ambos amigos se sonrieron por mis modales, pero me imitaron y también pidieron Tutti Fruti.

 

     Les relaté entonces, que en aquellas ocasiones tan extraordinarias de mis venidas en pirata a Las Palmas, mi madre a la vuelta, siempre se paraba en aquella heladería junto a la parada de los Piratas en la trasera de La Catedral, y aunque yo nunca me atrevía a pedirlo, ella siempre me recompensaba, se acercaba a mi cara diciéndome en voz baja lo bien que me portaba y lo útil que le había sido ya que ella no sabía leer ni sabía de números y que cuando la acompañaba, no tenía que preguntar por donde quedaba una calle o qué documento rellenar, pero sobretodo no tenía que pagar 5 duros para que alguién se los rellenase.

 

      Obviamente aquel helado de mi infancia, no sé porqué siempre era de Tutti Fruti, el cual tenía el sabor de una satisfacción tan intensa y al mismo tiempo tan contradictoria, disfrutar de un manjar convencido que el precio era prohibitivo, exorbitante y que bajo el prisma de la inocencia de mi edad, era disfrutar de algo inalcanzable, casi fuera de este mundo:  un simple cucurucho de tutti frutti.

 

     Cuando estaba en medio de ese relato compartido con ambos amigos, intentando transmitirles lo que significaba para mí aquel helado Tutti Frutti, que realmente no pasaba de anécdota alegre y curiosa, justo en ese momento, me entró un guasap al teléfono móvil en el Grupo compartido con mis hermanos... y cuando lo miro con cierta inquietud, me salta una foto de mi madre, y el texto tan lacónico como certero: Hace 8 años ya.

 

      Joder, 8 años ya y la viejita se fué dejándonos con la magüa de su recuerdo... Ni recordaba que era ésta la fecha... bueno, al menos hoy, el helado de Tutti Frutti me supo casí como el de los Piratas de mi niñez.... también gracias a mi madre.

 

 

Reyes Socorro.

Sábado 2 de septiembre de 2023

 

 

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