El Forastero

 
 
 
Aquella obra la había representado cientos de veces. Dos funciones al día vuelven tedioso cualquier trabajo interesante. Cuando no actuaba seguía metido, de alguna manera, en el papel. Llamaba a sus amigos forasteros, y les hacía el juego de dispararles.
 
Le habían matado en infinidad de ocasiones, durante varios años, y siempre hacía el chiste de que aquella muerte alargaba su vida. Pero en el fondo, no pensaba así. Una pena desconocida se instalaba en él al final de cada función.
 
En alguna ocasión, habló con el director para proponerle cambiar el final, y dejar al protagonista vivo; pero el director se excusaba en el autor y en el libro en el que la obra estaba basada. Intentó encontrar al autor, un americano afincado en Londres que hacía años había fallecido. Uno de sus hijos, el que cobraba los derechos de autor, le explicó que no podía cambiar el final de la obra, que esa había sido la voluntad de su padre.  
 
Fantaseaba con cambiar él mismo el final, y no morirse cuando le dispararan. Sería como hacer una huelga en mi puesto de trabajo, pensaba. Pero finalmente, cada día, caía derrotado.
 
Un día de función, mientras todo transcurría conforme a lo escrito, una persona del público se revolvía en su butaca por las injusticias sufridas por el protagonista. Cundo se acercaba el final, justo antes del disparo, se levantó y grito: ¡cuidado John! ¡Por la espalda! El forastero se volvió hacia el lugar de donde venía la voz, sorprendido ante el espontáneo. Los compañeros de reparto también dirigieron sus cabezas hacía el patio de butacas. El silencio se hico en la sala.
 
John miró a los compañeros que lo miraban como asustados, y ayudado por el impulso que, ahora sí, sabía de donde venía, salió corriendo.  
 
Nunca más se supo de él en aquel teatro.

Pino Lorenzo.

Viernes 14 de abril de 2023