Cartas desde Punta del Hidalgo
Repentinamente cayó el peso de los años sobre Murmullo
Siempre...!
He recibido carta hoy desde Telde, de mi amigo "Murmullo". Quedé perplejo ante alguna de sus confidencias. Dice que, esta mañana, cuando subía desde San Juan hacia la Plaza de San Gregorio, repentinamente y de forma inesperada, le cayó sobre las espaldas todo el peso de sus cincuenta y tantos años.
Confiesa "Murmullo" que, por momentos, le resultó injustificadamente extensa su existencia, dice que le sobrevino, así, como de sopetón, un enorme deseo de dejarse arrastrar, de perderse y de descuidar las formas y el protocolo...
Dice que tuvo ganas de sentarse en la acera, sin más, como hacía cuando niño... de quedarse mirando a la gente... de apoyar su espalda en la vieja fachada del café de Buenaventura... de compartir consigo mismo el calorcito que atesoran las paredes antiguas tras una mañana de sol insistente...!
"Murmullo" asegura que el camino se le hizo más largo que nunca y que sintió unas ganas locas, casi una necesidad, de enfrentar su triste sonrisa con unos ojos un poquito más alegres...!!!
... de esta forma tan cruda me habló hoy en su carta "Murmullo", desde Telde, y lo único cierto es que no sé cómo responderle.
Qué cosas tiene mi amigo...! siempre fue así de loco, de anárquico, de aventurero. Luego, se le pasa. Le conozco bien... cuando éramos estudiantes del Instituto Técnico... tremendas caminatas las que nos pegábamos desde el patio del recreo... hasta el cementerio...
Mientras andábamos yo le hablaba, le hablaba y le hablaba... él, él, él... permanecía siempre callado, siempre, siempre en silencio y con su mirada... siempre perdida en el suelo...!!!
J. Alberto Valadez
Sábado 5 de noviembre de 2011

Siempre...!
He recibido carta hoy desde Telde, de mi amigo "Murmullo". Quedé perplejo ante alguna de sus confidencias. Dice que, esta mañana, cuando subía desde San Juan hacia la Plaza de San Gregorio, repentinamente y de forma inesperada, le cayó sobre las espaldas todo el peso de sus cincuenta y tantos años.
Confiesa "Murmullo" que, por momentos, le resultó injustificadamente extensa su existencia, dice que le sobrevino, así, como de sopetón, un enorme deseo de dejarse arrastrar, de perderse y de descuidar las formas y el protocolo...
Dice que tuvo ganas de sentarse en la acera, sin más, como hacía cuando niño... de quedarse mirando a la gente... de apoyar su espalda en la vieja fachada del café de Buenaventura... de compartir consigo mismo el calorcito que atesoran las paredes antiguas tras una mañana de sol insistente...!
"Murmullo" asegura que el camino se le hizo más largo que nunca y que sintió unas ganas locas, casi una necesidad, de enfrentar su triste sonrisa con unos ojos un poquito más alegres...!!!
... de esta forma tan cruda me habló hoy en su carta "Murmullo", desde Telde, y lo único cierto es que no sé cómo responderle.
Qué cosas tiene mi amigo...! siempre fue así de loco, de anárquico, de aventurero. Luego, se le pasa. Le conozco bien... cuando éramos estudiantes del Instituto Técnico... tremendas caminatas las que nos pegábamos desde el patio del recreo... hasta el cementerio...
Mientras andábamos yo le hablaba, le hablaba y le hablaba... él, él, él... permanecía siempre callado, siempre, siempre en silencio y con su mirada... siempre perdida en el suelo...!!!
J. Alberto Valadez
Sábado 5 de noviembre de 2011
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