Cartas desde Punta del Hidalgo
Ya era la noche fechada y aún seguíamos con la hoguera...
Los chiquillos jamás nos preocupábamos por el mañana. Tan largas eran las tardes. Nos parecían interminables...
Y, todavía más... aún faltaba la noche fechada para continuar guerreando... para hacer pequeñas hogueras... Qué fascinación por el fuego la nuestra...!
El calorcito que desprendían los troncos maltrechos de la Higuera; el aroma penetrante de las hojas de los eucaliptos; las ramas vencidas del naranjero... Una mesa deshecha...Todo, todo, todo servía como leña con tal de mantener la llama encendida...!
Entonces, entonces nos acurrucábamos en los límites del círculo iluminado... Y más allá, las fronteras todas se convertían en un muro infranqueable de obscuridad negra...
Y... Siempre había uno de entre nosotros que conocía historias viejas... Y... Los chiquillos compartíamos una única mirada temerosa... Y callábamos... Y nos perturbaba el crujir de la leña... Y admirados, hablábamos bajito por respeto a la lumbre que perdía su vigor conforme crecía la noche...!
Y, ya en casita, una pena ingenua nos regresaba hasta el latido brillante de los rescoldos de la leña, a las ascuas casi muertas... A la impenetrable noche obscura... A la llama desvelada de la vela...!
Ni esa esperanza nos queda ya...!
J. Alberto Valadez
Jueves 14 de noviembre de 2013

Los chiquillos jamás nos preocupábamos por el mañana. Tan largas eran las tardes. Nos parecían interminables...
Y, todavía más... aún faltaba la noche fechada para continuar guerreando... para hacer pequeñas hogueras... Qué fascinación por el fuego la nuestra...!
El calorcito que desprendían los troncos maltrechos de la Higuera; el aroma penetrante de las hojas de los eucaliptos; las ramas vencidas del naranjero... Una mesa deshecha...Todo, todo, todo servía como leña con tal de mantener la llama encendida...!
Entonces, entonces nos acurrucábamos en los límites del círculo iluminado... Y más allá, las fronteras todas se convertían en un muro infranqueable de obscuridad negra...
Y... Siempre había uno de entre nosotros que conocía historias viejas... Y... Los chiquillos compartíamos una única mirada temerosa... Y callábamos... Y nos perturbaba el crujir de la leña... Y admirados, hablábamos bajito por respeto a la lumbre que perdía su vigor conforme crecía la noche...!
Y, ya en casita, una pena ingenua nos regresaba hasta el latido brillante de los rescoldos de la leña, a las ascuas casi muertas... A la impenetrable noche obscura... A la llama desvelada de la vela...!
Ni esa esperanza nos queda ya...!
J. Alberto Valadez
Jueves 14 de noviembre de 2013
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.6