El último sol de la tarde y los chiquillos embobados....

    El último sol de la tarde lo recibíamos los chiquillos con misteriosa veneración. Nos sentábamos en la esquina de Los Viejos a esperar con expectación respetuosa. Todos en silencio. Apenas sin respiración y mira que éramos mataperros. Embobados. Ausentes los unos de los otros pero más unidos que nunca. 

   Nuestros pies descalzos. A esa hora ya no quedaban entre nosotros enemigos. Éramos una única mirada. La misma visión compartida doce veces.

   Éramos creyentes honrados. ¡Palabra de ateo que entonces creíamos y éramos! Pero, pero es que el cielo enrojecía de aquélla manera tan única... Y el mismo enigma se nos planteaba cada atardecer... Era, era superior a nuestro leal saber y entender... Pero, pero... ¡La casualidad quiso que un día creciéramos y ninguno de nosotros regresó a La esquina de Los Viejos a esperar por la colosal despedida!

¿Tampoco regresaron Los Viejecitos de entonces?

¡Qué engañados vivíamos!

J. Alberto Valadez

17 de octubre de 2013