Nuestras inocentes escudillas y las destartaladas puertas

      Salían a la calle cada mañana las hermosas vacas de Nicolás. Por una puerta de dos hojas medio destartaladas, los magníficos rumiantes salpicados de manchones blancos y pardos, prorrumpían y parecían conocer el camino a seguir a la perfección…!

    ¡Bien frotadas y mejor limpias!... Así es como las cuidaba y las defendía el puntual Nicolás. Un tipo orgulloso y agradecido con su Profesión de Boyero…!

    Entregaba sonrisas en forma generosa y, la verdad sea dicha, nunca se le conoció más compañía ni obligaciones que las de sus rubicundos animales y sus tareas de subsistencia…

   ¡Un buen tipo el solterón de Nicolás!... Ya ven, un hombre recio, elegante, fibroso… un hombre atento y bueno que pudo haber sido un buen padre, un leal compañero y que se quedó para desvestir vacas… y, cómo no, para obedecer a su Señor…. ¡Así sucedían entonces las cosas!

    Buen tipo era el boyero de Don Eufronio…! Don Eufronio el Señor de la blanca camisa… Auténtico amo de la finca y del camino por el que iban y venían las vacas… el único y verdadero patrón al que Nicolás entregó la obediencia de todos y cada uno de sus días…!

     Don Eufronio se llamaba legal titular de la maltrecha puerta verde de dos hojas… el propietario exclusivo de la indivisa expresión que aparecía dibujada como un premio en el rostro estriado de Nicolás…

     Don Eufronio… ¡Nuestro Amo y Nuestro Señor!… El único dueño de la nutritiva y espumosa leche que cada mañana vertía el radiante Nicolás en nuestras inocentes escudillas…!

   ¡Y…Con cuánta ilusión nos asomábamos a la puerta para verle llegar…!

J. Alberto Valadez

4 de octubre de 2012