Cartas desde Punta del Hidalgo
La linda Tacita de café se me rompió en aquel valle perdido
    
   
	 
    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        			        			        
    
    
    
	
	
        
        
        			        			        			        			        			        
        
                
        
         
 
     Se me cayó de las manos la tácita de café. A lo largo de ocho días ambos hemos sido fieles a la cita que teníamos al despuntar el día; pero, esta mañana, que era la de la despedida, la suave porcelana se me escapó de entre los dedos para siempre...¡Quedé estupefacto!
 
   No podía creerlo, la tácita de café arruinada en no sé cuántos pedazos: ¡la liviana tácita del café! ¡La taza linda que me asignaron desde la llegada a este Valle perdido!¡tan fácil de elevar! ¡Tan agradecida a los labios!...¡Irreparable pérdida!¡Qué vacío tan grande!...¡fíjate, cómo se escribe la historia... Cuánto remordimiento!
 
   Decidió lanzarse al abismo precisamente hoy... Cuando tenía yo pensado confiarle algunos secretos... ¡Se desgarró justo en ocho trocitos de nada! 
 
  Ahí los tienes todos, puedes contarlos: Un trocito de su blanca porcelana por cada una de nuestras citas en la madrugada...
 
   ¿Qué diría el oráculo del Profesor Javaloyes? 
  ¿Lo decidió ella? ¿o será más bien, el rastro de torpeza que los años van dejando en las manos?
   ¡Qué putada! ¡Se me rompió la tácita del café!...
 
 
J. Alberto Valadés
2 de marzo de 2013
 
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
    
	
    

Se me cayó de las manos la tácita de café. A lo largo de ocho días ambos hemos sido fieles a la cita que teníamos al despuntar el día; pero, esta mañana, que era la de la despedida, la suave porcelana se me escapó de entre los dedos para siempre...¡Quedé estupefacto!
No podía creerlo, la tácita de café arruinada en no sé cuántos pedazos: ¡la liviana tácita del café! ¡La taza linda que me asignaron desde la llegada a este Valle perdido!¡tan fácil de elevar! ¡Tan agradecida a los labios!...¡Irreparable pérdida!¡Qué vacío tan grande!...¡fíjate, cómo se escribe la historia... Cuánto remordimiento!
   Decidió lanzarse al abismo precisamente hoy... Cuando tenía yo pensado confiarle algunos secretos... ¡Se desgarró justo en ocho trocitos de nada! 
Ahí los tienes todos, puedes contarlos: Un trocito de su blanca porcelana por cada una de nuestras citas en la madrugada...
¿Qué diría el oráculo del Profesor Javaloyes?
¿Lo decidió ella? ¿o será más bien, el rastro de torpeza que los años van dejando en las manos?
   ¡Qué putada! ¡Se me rompió la tácita del café!...
J. Alberto Valadés
2 de marzo de 2013







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