Cartas desde Punta del Hidalgo
La de la primera hora del día es una paz indescriptible...
La de la primera hora del día es una paz indescriptible; como inexplicable resulta también la sensación de alivio que nos deja esa penumbra azul que se resiste al inminente e incontestable amanecer ...!
El caso es que volví a sorprenderme tarareando -en voz baja, cierto, pero gesticulando peligrosamente para mí reputación- cuando me dirigía por el paseo de la Costa hacia el mar...!
Una vez en el agua, atento al vaivén de las olas, quedé completamente en blanco: perdí la memoria de todo tiempo y lugar... Transformado en molécula de agua y de sal sin conciencia ni historia alguna...!
Podría resultar todo mucho, mucho más fácil...!
Tanto, tanto, tanto...!
¡Qué calor...!
J. Alberto Valadés

La de la primera hora del día es una paz indescriptible; como inexplicable resulta también la sensación de alivio que nos deja esa penumbra azul que se resiste al inminente e incontestable amanecer ...!
El caso es que volví a sorprenderme tarareando -en voz baja, cierto, pero gesticulando peligrosamente para mí reputación- cuando me dirigía por el paseo de la Costa hacia el mar...!
Una vez en el agua, atento al vaivén de las olas, quedé completamente en blanco: perdí la memoria de todo tiempo y lugar... Transformado en molécula de agua y de sal sin conciencia ni historia alguna...!
Podría resultar todo mucho, mucho más fácil...!
Tanto, tanto, tanto...!
¡Qué calor...!
J. Alberto Valadés
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