¡No Beatriz Zimmerman, no las olvidamos!

Pasan los días y parece que nos hemos olvidado, pero me niego a que eso sea verdad.

Zarpó el Ángeles Alvariño después de pasar largo tiempo en aguas canarias en una misión que nunca les hubiera gustado tener que realizar: buscar en la inmensidad del océano, en una zona negra, profunda y muy escarpada, a dos criaturas inocentes y a un padre desalmado que acabó con sus vidas. Zarpó y no lo hizo para anclar a cinco millas de la “costa de la esperanza”, sino para una travesía más larga que lo llevaría a su zona habitual de trabajo, dado que este Atlantico nuestro no mostraba en sus dominios casi abisales mas que simas, grietas y oscuridad. Esa oscuridad oceánica que pasó a ser celestial y anímica según se iba alejando hasta perderse en el horizonte.

Su misión fue muy dura y tuvo su triste recompensa al encontrar a la niña Olivia, al ángel Olivia, tan tristemente sola, en un saco que había sido lastrado por un ancla y que estaba unido a otro, vacío, donde se supone que estaba la bebé Anna, el otro angelito de esta tragedia. Esta vez Olivia no pudo cuidar a Anna, según se ve que hacía normalmente, en los vídeos que autorizó a publicar su madre para que pudieran ser identificadas. Olivia se comportaba con tanto cariño con la bebé, jugando, abrazándola, dándole besos y esperando que se los devolviera...que parecía una pequeña mamá con su muñeca.

¡Qué grandeza de espíritu y qué fortaleza la de su madre dejando mostrar esos momentos íntimos con el fin de facilitar la identificación y localización de sus niñas!

Recordé en esos interminables días la canción que sobre el suicidio de la poetisa argentina Alfonsina Storni en el Mar del Plata compusieron Félix Luna y Ariel Ramírez: “Alfonsina y el mar”. Recordé que “cinco sirenitas llevarían a Alfonsina por caminos de algas y de coral “ y, quise imaginar, que esas y más sirenitas habrían cuidado a esos dos ángeles y los habrían colocado sobre bellos lechos de algas protegidos por coral y que “los fosforescentes caballos marinos harían la ronda cada día” para que descansaran en paz. Y estoy segura de que lo están haciendo con la pequeña Anna y de que “los habitantes del agua van a jugar pronto” y siempre a su lado. Esas sirenitas, esos caballos marinos y esos habitantes del agua serán como era Olivia para Anna, sueño con que sea así. Y estoy segura de que Olivia apareció y regresó para traer el mensaje más triste a su madre, pero también para aportarle algo de la tranquilidad, esa que el asesino de sus hijas quiso arrebatarle para siempre.

En este artículo no quiero hablar del padre, que tal vez esté en los más oscuros fondos marinos rodeado de criaturas tan monstruosas como él. Quiero decirle a Beatriz Zimmerman que, tal y como ella pidió, no vamos a olvidar a sus niñas, que ocuparán un lugar muy importante en el corazón de los canarios de bien, en el de los de las fuerzas de seguridad que se volcaron en su búsqueda y  en el de los miembros de la tripulación del Ángeles Alvariño, que lucharon lo indecible por devolver a esas preciosidades a sus brazos, intentando traer cada día una noticia a esa madre que, aunque desolada, se enfrentó a la situación con una fortaleza y unos ánimos que jamás olvidaremos, porque una madre los multiplica cuando saben que sus hijos sufren o han sufrido.

Beatriz Zimmerman: Toda mi admiración, mi dolor y mi apoyo. ¡NO LAS VAMOS A OLVIDAR!

Autora: María Antonia (Maruchi) Padrón Medina.