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Reyes Moreno
Sábado, 02 de Noviembre de 2019
94 aniversario de la muerte de Alonso Quesada

Crónica de La Plazuela en la que había vida nocturna

Publicado en el periódico Ecos (1917), describe nuestro poeta el Kiosko de Molina y las peripecias para comer en la madrugada de hace un siglo.

     Alonso Quesada estuvo dirigiendo el periódico "Ecos", a través del cual publicó entre 1917 y 1918 una serie de 84 crónicas títuladas "Crónicas de la ciudad y de la noche". 

 

    Hoy, en la misma línea de dias pasados, rescatamos una de aquellas crónicas en las que el poeta grancanario describe las peripecias de los periodistas para comer a altas horas de la madrugada, y sobretodo nos deja una pincelada de La Plazuela y del hostelero Molina con el camarero Ramon, hombre consecuente y educado que no se irrita jamás, ni siquiera a la hora de pagar en que se nombra una palabra maldita para los hosteleros.

 

      Destaca que 6 personas cenaron por 12 pesetas, estuvieron de amanecida y ya se barruntaba que en las noches de diciembre de 1917 nuestra gente ya demandaba locales para comer de madrugada.

 

    Disfruten de esta breve e interesante crónica de Alonso Quesada. Continúamos divulgando su obra con motivo del 94 aniversario de su muerte.

 

Crónica de la Noche (Ecos, 6 diciembre 1917)

 

      Cuando llegamos a la Plazuela, Molina ha apagado ya las luces del kiosko, pero conserva un hilito de luz que sale por la ventana entreabierta. —¿Cómo es eso, Molina, no se puede cenar? Y Molina, que es un hombre amable, dice que sí, que puede cenar todo lo que uno quiera. Él ha lanzado su mirada sobre nosotros, que somos seis y espera cerrar la caja con un balance redondo. Cada uno se comerá tres pesetas. Molina, aunque tiene sueño, se sacrifica y torna a encender las luces.

 

Y después viene Ramón, que también tiene sueño, y se aprende la lección de memoria: «Una tortilla con patatas fritas y media ración de jamón para Vd.; un bistec con patatas fritas y un chocolate con tostadas para V.; otro bistec y una tortilla con jamón, pan y queso y dulce de cabello para V… ¿Es así? —No Ramón, el bistec y las tostadas para el señor, el chocolate para el señor, la ración de jamón…

 

—¡Ah, sí¡ —dice Ramón, la tortilla para el señor y el dulce de cabello… y así, entre Ramón y nosotros se entabla un vivo diálogo de subsistencias. Al final Ramón comprende, y a la hora nos trae en dos enormes bandejas la cena.

 

Ramón es un hombre pequeñito que cuando trae dos bandejas grandes no se le ve, pero es un mozo consecuente y bien educado. No protesta ni se irrita jamás aunque el cliente lo mortifique con impertinencias. Cuando nosotros venimos a cenar él tiembla, porque sabe lo terrible, lo babilónica que va a ser nuestra cena. Pero no divaguemos. La cena está sobre la mesa.

 

Ramón, apoyado sobre el mostrador, va apuntando en un papelito el importe. Mientras, uno pide agua, otro más pan, otro sifón… Y Ramón trae todo esto y sigue sumando. Un bistec, 1’25, una tortilla, 1’25. Dos cincuenta. —¡Ramón tráeme el vaso de vino y pone « un vaso de vino 25».

 

Total, doce pesetas. Al amanecer Molina está dormido en su silla, Ramón cabecea de pie, apoyado en el kiosko, el municipal junto a un árbol espera que nos vayamos para sentarse en un sillón y dormir.

 

Y cuando todos están hartos de esperar, nosotros terminamos la cena. Y Ramón acude solícito a despertar a Molina, que al abrir los ojos extiende su mano para cobrar y devolver lo que sobra. Pero Ramón ha pronunciado la palabra inesperada, una palabra tremenda que en la alta noche ante unos hombres dormidos, debe tener un sonido ultraterreno: ¡Deme el cuaderno de los vales!

 

Sin embargo, Molina no se enfada, y dice con el cuadro de los vales en una mano: —¿No quieren más nada? —No, no queremos más nada. Y Molina vuelve a apagar la luz. ¡Oh, él no sabe la trascendencia social que tienen estos vales! Cuando no hay dinero en el bolsillo y se trasnocha tanto. Molina, con sus vales, ha hecho más por los ciudadanos que el ayuntamiento.

 

[Ecos, 6 de diciembre de 1917]

Alonso Quesada.

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